Agresividad Verbal

Película "La ira"


El ser humano es una especie agresiva, va en los genes. En tantos momentos hemos necesitado esa extradosis de adrenalina en forma de rabia para luchar ante un enemigo o escapar de un depredador. Esa cólera momentánea nos ha salvado la vida en contextos duros en los que la supervivencia dependía de tomar decisiones en una fracción de segundo, demos gracias a nuestro cerebro reptiliano. 

Pero la caverna, la estepa, el mamut, la tribu enemiga, etc. han quedado muy atrás en el tiempo o bien, se han modificado tanto que salir corriendo o tener un acceso de rabia no sería bien visto en muchas de las escenas ciudadanas del siglo XXI. No digo que no ocurran, digo que ya va siendo hora de responder como seres evolucionados y no reaccionar como trogloditas. La violencia, por sí misma, ya no es necesaria ni rentable. 

Un practicante de alquimia transformativa busca siempre elevarse ante las vicisitudes de la vida, no para ser mejor que nadie sino para ser mejor por él mismo. "Transformar el plomo en oro", como metáfora, implica encauzar esa agresividad natural de serie en el cuerpo humano para convertirla en "ímpetu del guerrero", es decir; llevar conscientemente toda esa energía bruta hacia la obtención de un bien superior, un estadio del ser más alto. El guerrero alquimista está siempre en guardia en su lucha interna por acercarse a la esencia. A nivel anímico nos acercamos más a nuestro verdadero Ser mientras que en el plano material nos alejamos de las algaradas propias del hombre en tanto que especie animal. Aún así, en la vida moderna, ocurre innumerables veces el encontrarse en situaciones que reclaman al sistema límbico una contra-acción emocional. En el tráfico, en las relaciones de pareja o en las reuniones de vecinos, en mil situaciones es posible que uno se vea agredido por otras personas verbalmente (a nivel físico es otra historia) Son ocasiones para demostrar nuestro progreso en el camino del despertar de la consciencia; la vida nos pone a prueba.  

¿Qué hacer?

Esforzarse en retrasar todo lo posible una reacción emotiva y trasladar toda la energía al aspecto mental. No se trata de ser frios sino de canalizarla con la voluntad por el cauce de la mente racional refugiándose en estas tres frases o ideas:

- La otra persona está mal. Cuanto más furibunda peor está pero, en realidad, pensemos que su agresividad es el indicador de la fuerza con la que está pidiendo ayuda.

- Esta situación la he atraido yo a mi realidad. Mi inconsciente está comunicando "algo" a mi plano mental consciente a través de esa situación. Como, en el momento, no reconozco o no entiendo la razón de la actitud del otro, me siento tentado a reaccionar y "defenderme" de igual modo. Resisto ese impulso.

- Dirijo mi energía a "abrir los ojos", es decir; a mirar más allá del insulto y ver con el corazón, el cuerpo astral herido de la otra persona. Se trata de conectar las almas y ver que los insultos no me causan dolor pues son fruto del sufrimiento del otro, no yo.

Es, como ha quedado claro, un ejercicio consciente ordenado por la voluntad. Con el pasar del tiempo y la práctica continuada, necesitaremos cada vez menos tiempo y menos concentración mental para actuar así, pues el peso de la acción pasará de la mente al corazón, automatizando una respuesta hecha de compasión y amor, sea por la persona que por lo que nos dice.  Una vez alcanzado este estadio interior dejaremos de sentirnos acusados o atacados por nadie más, liberándonos de la obligatoriedad psico-física y cultural de reaccionar con ira. Es más, seremos capaces entonces, de aportar calma, de ayudar al otro, de ser útiles.

Que la paz te acompañe,

Salvador Albedo.

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